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viernes, 9 de septiembre de 2011

Una vez rota, no puede reconstruirse.

Esto ya lo he dicho más veces, pero lo diré las veces que haga falta. Una vez, hace tiempo escuché en un programa de televisión a alguien diciendo que cuando una persona falla a otra y rompe su confianza es como si rompiera un espejo. Es algo que no puedes volver a dejar como nuevo y hacer como si nada hubiese pasado.
Todos en algún momento de nuestra vida hemos visto un espejo roto. Cada una de las partes de este pasa a ser como un nuevo espejo -como un nuevo mini espejo-, y cuando intentamos recomponerlo juntando las partes en vez de verte reflejado entero como la primera vez te ves a trozos, reflejado en cada uno de ellos. Bueno, pues con la confianza pasa lo mismo. Cuando confías en una persona puedes verte reflejado en ella de forma completa pero en el momento en el que aparece una mínima fractura en ese espejo a menos que se repare de forma inmediata, solo puede pasar una cosa: que vaya a más, que vaya creciendo poco a poco hasta que sea tan grande que sea demasiado tarde para arreglarlo, y explote. Una vez hecho añicos puedes intentar volver a montarlo, pero las cosas cambian, tu reflejo no es perfecto, te ves con pequeñas deformaciones... La mayoría de las veces que esto pasa -por no decir todas- tiras el espejo, dejas de tener contacto con la persona que lo rompió. Pero hay veces, que esas fracturas son tan limpias y tan previsibles que los trozos no son tan pequeños -porque has hecho todo lo que estaba en tu mano para que no lo fueran- y puedes volver a reconstruirlo. La otra persona se ha dado cuenta de su error y lo ha enmendado de tal forma que cuando te miras otra vez al espejo lo ves como nuevo, pegado con un superglú que crees irrompible, pero que creas que lo sea, no quiere decir que realmente lo sea.
Una vez más has roto el espejo, mi confianza, pero esta vez los cachitos son tan sumamente pequeños que es prácticamente imposible recomponerlo. El espejo está en la basura, echo añicos, en el vertedero comunitario y bajo tierra. ¿Y sabes qué? Que no me importa.