Seguidores

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Recuerdas cuando hablábamos hace algo más de un par de años? Eran unas conversaciones de lo más extrañas, apenas nos conocíamos y hablábamos como si hubiéramos crecido juntos, como si hubiéramos pasado por lo mismo. Era como si fueras esa otra parte de mi que tanto buscaba. En realidad, nos separaban dos años de edad y unos cuantos kilómetros de más pero aún así sabíamos entendernos en todos y cada uno de los aspectos de los que hablábamos.
Eras ese prototipo de persona que siempre había querido tener a mi lado, me aportabas todo lo que necesitaba, amistad, cariño, apoyo, confianza... Ese tipo de confianza que surgía de hablar cada día contigo y que poco a poco hacía que no quisiera separarte de mi.
En todo este tiempo, has hecho que sea como soy, que sea quién soy. Me hiciste madurar -si se puede llamar así- y ver las cosas como otra gente de mi edad no las veía, me hiciste creer en cosas que jamás pensé que existirían, me enseñaste a confiar más en mi misma, a creer, a tener esperanza y sobretodo a ser paciente, a saber esperar.
Todas y cada una de las cosas que me caracterizan (o por lo menos la gran mayoría) sé que han salido de ti, de todas nuestras conversaciones, de todo lo que me has enseñado. Y creo que aunque todo haya dado un giro de ciento ochenta grados, y aunque hayan pasado cosas de las que los dos nos arrepintamos, creo, que a pesar de todo eso, debería darte las gracias, porque gracias a ti sé que se puede esperar lo imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario